Batalla en Monte de las Cruces

A las dos de la tarde del domingo 28 de octubre de 1810 los insurgentes, dirigidos por el cura Hidalgo, entraron a la ciudad de Toluca.
Carlos Herrejón Peredo, en su libro La ruta de Hidalgo, narra que “la impresión que tuvieron los toluqueños de aquel movimiento fue positiva: se admiraron del orden con que se condujeron los insurgentes y comentaron que eran ‘gente muy buena’”.
El 30 de octubre de 1810 las fuerzas revolucionarias se encuentran en Santiago Tianguistenco y emprenden su camino hacía el Monte de las Cruces. Van juntos Ignacio Allende y Mariano Jiménez, el primero asegura que en la capital tiene muchos partidarios. Mientras el jefe realista Torcuato Trujillo, al amparo de la espesura del monte, prepara su defensa.
A las 11 de la mañana rompen el ataque los insurgentes al son de cornetas y tambores, estruendo que pronto se diluye en una inmensa gritería. La batalla se desarrolló en desigualdad de condiciones para ambos bandos. Los insurgentes eran más de 70 mil y los realistas menos de cinco mil, pero bien entrenados y armados. La tropa de los revolucionarios en cambio estaba mal armada y era indisciplinada.
Al final de la contienda, relata Carlos Herrejón, “murieron dos mil realistas y más de dos mil insurgentes. Cara victoria. Desde lo álgido de la batalla, muchos insurgentes han desertado, y más, al ver y sepultar a los muertos”.
El camino a la capital fue así despejado.
Al día siguiente de la batalla, Hidalgo, y las principales cabecillas de la insurgencia, esperan que los partidarios de la capital salgan en cualquier momento o manden alguna noticia. No sucede. Entonces, por la tarde, se decide que una comisión parta con bandera blanca, a llevar pliego de intimación al virrey Venegas, quien lo rechaza.
Las fuerzas insurgentes fueron dirigidas por Ignacio Allende, quien atacó de manera frontal las posiciones realistas. En plena batalla estuvo a punto de perder la vida, cuando murió su caballo en el combate.
Al mismo tiempo, Mariano Jiménez, con una columna insurgente, pasó el puente de Lerma y desbordó por un flanco a las tropas de Torcuato Trujillo, que, a pesar de resistir con valor, fueron sorprendidas, obligándolas a retirarse completamente derrotadas.
Hidalgo, con el grueso de su ejército acampó en el sitio donde ocurrió la batalla y permanecieron inactivos los días 31 de octubre y 1 de noviembre de 1810. Estos días fueron de gran angustia y extremo sobresalto para los avecinados en la capital, especialmente para los españoles.
El triunfo completo del Ejército Insurgente, fue principalmente a la labor de Ignacio Allende, y por sus eficaces disposiciones y el cargo que se hizo de la caballería. Esto abrió la puerta del movimiento insurgente para tomar la capital.
El 31 de octubre entran a la sede del virreinato José Mariano Abasolo y José Mariano Jiménez a entregar al virrey el pliego de peticiones de los insurgentes.
Fuentes: La Ruta de Hidalgo. Carlos Herrejón Peredo. Instituto Nacional de Estudios Históricos de las Revoluciones de México. Gobierno de México,